domingo, 10 de octubre de 2010

Después de todo sí somos el centro del universo

Complejo sistema ideado por Ptolomeo para demostrar la teoría geocéntrica

Edwin Francisco Herrera Paz Una de las quejas de la ciencia reaccionaria es que durante mucho tiempo la humanidad vivió en una era de obscurantismo principalmente debido al dominio de la iglesia y su imposición de los paradigmas religiosos las multitudes. De estos tal vez los más criticados son el antropocentrismo y el geocentrismo.
Galileo Galilei, el primero en utilizar el telescopio para observar el movimiento
de los planetas, aseguró que es la tierra la que se mueve
alrededor del sol, y no a la inversa.
Los trabajos de Galileo, Kepler, Copernico, Darwin, Wallace y otros pusieron fin definitivamente a esa falsa concepción y demostraron sin lugar a dudas que la tierra no es el centro del universo, ni él ser humano un ente especial y único.
No somos el centro del universo, y la religión ha tenido que pagar caro el hecho de imponer una concepción errada a una humanidad atada por el poder eclesiástico. Las autoridades eclesiásticas se equivocaron. Creyeron que algunos textos bíblicos, especialmente el Génesis, debían ser interpretados textualmente. Que el fruto prohibido era realmente un fruto de algún árbol, y que Satanás realmente se hizo pasar por una serpiente. Que Dios realmente construyó el universo en siete días, etc.
Orígenes
Sin embargo, desde los tiempos antiguos muchos sabios estudiosos de las escrituras advirtieron que los mencionados textos debían ser interpretados como alegorías, y como ejemplo notable refiero al lector a la exégesis del alejandrino Orígenes. En los tiempos de Orígenes la alegoría se utilizaba para reconciliar el viejo testamento con el nuevo, sin embargo en nuestros tiempos y a la luz de la ciencia la alegoría bíblica se hace más obvia.
Que los Textos Sagrados son alegóricos se vuelve obvio cuando uno se pregunta: ¿Cuánto duraba un día antes de que existiera el sol y la tierra? Puesto que un día se define como el período en el que la tierra da una vuelta completa sobre su eje, si se toma literalmente el texto bíblico no tiene sentido. Y si vamos más allá cabe preguntarse: ¿Cuánto era un día cuando no existía el tiempo? Porque el tiempo y el espacio fueron creados a la vez y no pueden ser separados uno del otro.
Para mi sorpresa he podido descubrir que cuando el Génesis se lee tomando en cuenta que fue escrito para todas las generaciones de humanos y no simplemente como manuales técnicos que encajen con nuestros modernos paradigmas científicos, la Biblia se acopla perfectamente con el conocimiento científico de esta época.
Moises recibe de Dios la Tablas de la Ley
Dios creó a Adán y a Eva del barro, porque del barro surgieron las especies y entre ellas surgimos nosotros. Y eso a Dios le ha tomado algún tiempo. Siete días son en realidad 13,700 millones de años (año más, año menos) según las mejores aproximaciones de los astrofísicos. Los humanos compartimos con todas las especies de la tierra el mismo código genético y la misma estructura protoplásmica construida esencialmente de proteínas. Pero por alguna razón nos sentimos especiales; diferentes a cualquier otro ser vivo, y así llamamos animales a criaturas tan disímiles como una lombriz y un chimpancé y nos extraemos nosotros mismos de la definición, a pesar de que el parecido entre nosotros y los chimpancés es muchísimo mayor que entre aquellos y las lombrices. 
Pero ¿Qué nos hace sentirnos diferentes? ¿Realmente tenemos el espíritu de Dios en nosotros? Yo creo que sí somos hechos a imagen de Dios, y que sí somos (en cierto sentido) el centro del universo.
Nuestro hogar. Un pequeño punto azul flotando en el inmenso espacio.
Según Stephen Hawking los seres humanos somos materia bioquímica ordinaria, viviendo en un planeta ordinario, de un sistema planetario ordinario, ubicado en una galaxia ordinaria. Es decir, este es un lugar típico del universo sin ninguna característica especial. Sin embargo, la materia en el universo está lejos de ser lo típico. Lo característico es un vacío casi absoluto. La materia es una rareza. Y las temperaturas y condiciones de nuestra tierra están lejos de ser típicas. Aun si hubiera un millón de mundos que albergaran vida, esto no sería para nada algo típico. La vida sería más bien la excepción.
¿Y qué decir sobre el hombre? El cerebro humano es una extraordinaria máquina informática capaz de procesar información extremadamente compleja. Así, podemos hacer modelos matemáticos de fenómenos grandiosos, como de una explosión supernova, la formación de un agujero negro, la naturaleza de los quásares y los pulsares, y de lo que ocurre en la mismísima frontera de nuestro universo visible.
Esta imagen muestra con bastante fidelidad el
espacio intergaláctico, en donde ¡no hay nada!
Un lugar bastante típico del universo.
Podemos modelar matemáticamente el origen del universo, de las galaxias y las estrellas, y de la vida misma. En otras palabras, la complejidad del cerebro, a pesar de su pequeñez, puede reflejar los mismos esquemas físicos de ambientes completamente disímiles. Los puede imaginar, interpretar, modelar y hacer predicciones. Dos cosas que no pueden ser más diferentes, como el colapso de una estrella y el cerebro, pueden seguir los mismos patrones matemáticos. El cerebro humano es capaz de reproducirlos, de ser una caja de resonancia de los fenómenos universales.
La información que el cerebro es capaz de manejar entonces se equipara a la información contenida en el universo. Aunque debo decir que no toda la información, sino aquella que comprende los principios básicos, lo cual sería en teoría suficiente para recrear la totalidad de lo existente. Y estamos solo en los inicios, aprendiendo constantemente a un ritmo exponencial, y si al cerebro humano le añadimos un escalón más de complejidad que incluya el cerebro global con todas las ayudas informáticas, nos damos cuenta que el potencial humano es casi infinito.
Carl Sagan decía que nuestro hogar no es más que un punto azul pálido flotando en el espacio infinito. Yo digo que somos frágiles y efímeros, pero cuando comprendes la potencialidad que se encierra en el ser humano; que nuestra inteligencia nos podría llevar a las estrellas  algún día y aun más allá; que podría llegar el tiempo en el que dominemos la información a tal grado que controlemos la segunda ley de la termodinámica; que como raza podríamos, tal vez algún día, crear complejidad eternamente tomando de la energía inagotable del mundo oculto en el microcosmos en donde nacen y mueren partículas continuamente, entonces tu percepción de la realidad cambia.
Nuestros cerebros son "cajas de resonancia" de la
información del universo.
Cuando te das cuenta de eso surge el sentido de teleología; que no estamos aquí casualmente y que cada uno de nosotros al igual que todas las especies de la tierra somos puentes hacia propósitos superiores de los cuales aún no tenemos una conciencia clara. Y es precisamente eso lo que nos enseña las Escrituras. Propósitos eternos que aun no comprendemos, y de los que solo tenemos un atisbo atreves de la Palabra Revelada. Sin duda la ciencia nos abrirá paulatinamente los ojos a ese propósito y poco a poco entenderemos nuestro sitio en el cosmos.
En este sentido somos hechos a imagen de Dios. Somos criaturas con mecanismos de interpretación de la realidad complejísimos pero aun en desarrollo. Los seres vivos tecnológicos, incluyéndonos a nosotros y a cualquier otra raza tecnológica en el vasto cosmos, somos el centro del universo en el sentido de que somos centros de conocimiento, interpretación y dominio, pero además y concomitantemente con el desarrollo intelectual, hemos obtenido la capacidad de relacionarnos con el Creador por medio de la espiritualidad.
El árbol de la vida. Tomado de: http://en.wikipedia.org/wiki/Tree_of_life_(science)
No hay contradicción entre la teología y la ciencia. La ciencia revela cada día un poco más lo maravillosa que es la creación de Dios. 

3 comentarios:

  1. Hey, ese es un sobresaliente anàlisis y un enfoque obsecuente con La Verdad...mas bien sorprendente, un dia me explicarà como lo hace...ja...con todo resula paradòjico que la instituciòn de 6 dias de trabajo mas 1 de descanso està bien en boga en buena parte del mundo harà unos miles de años...hay que admitir que fue una buena estratagema en beneficio de los mas debiles (obreros asalariados, criados, esclavos y hasta...bestias de carga)...es que la actitud y el estado emocional propicios (pensamiento positivo, bondad y fe y tanto mejor "la iluminaciòn") NO pueden o NO deben estar reñidas con una noble perspectiva cientìfica...mis respetos y saludos.- Josè M. Castillo Hidalgo.

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  2. Pues según mis hijos y mis alumnos la cosa debería ser a la inversa: 6 días de descanso y un día de trabajo. En cambio yo últimamente no descanso ni los domingos ya que con la recesión toca trabajar el doble para ganar lo mismo.
    ¿Que como lo hago? Pues lo cierto es que no tengo la más mínima idea. Comienzo a escribir de algo en lo que he estado pensando y mientras escribo me parece que aquello son disparates sin ningún sentido, pero al leerlo me doy cuenta de que no quedó tan mal y que tal vez sí tiene sentido. A veces me parece que no soy yo porque es automático. Supongo que es el cerebro derecho en acción. Es muy diferente a cuando toca pensar en protocolos de investigación, cuando se analizan datos, o cuando se ve un paciente donde se necesita meter mucha cabeza, concentración y hacerlo concientemente. Es muy extraño pero me gusta la sensación y por eso seguí con este blog.
    Le agradezco mucho sus comentarios positivos. Saludos y un abrazo.

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  3. Me encanta la frase final: la ciencia revela cada día un poco más lo maravillosa que es la creación de Dios. Tal vez seremos minúsculos en comparación con el tamaño de las galaxias y ni decir del universo, pero eso no puede suprimir las potencias del ser humano. Mientras veía TV (creo que fue en History Channel) que toda la energía que se encuentra en el cuerpo humano es incluso mayor que una bomba nuclear, lo lastimoso es que a veces no se utilice toda esa energía para el bien. Saludos Dr.!

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