miércoles, 25 de mayo de 2011

El Huevo

Edwin Francisco Herrera Paz. Encontré esta bonita narración en internet y la traduje (con ligeras modificaciones, como podrá ver). El original lo puede encontrar en: The Egg.



Ibas de camino a tu casa cuando moriste.

Fue un accidente automovilístico. Nada extraordinario, más sin embargo fatal. Dejaste una esposa y dos hijos. Fue una muerte sin dolor. Los paramédicos lo intentaron todo para salvarte, pero fue en vano. Tu cuerpo estaba tan destrozado que fue mejor que murieras, créeme.
Y fue entonces cuando me conociste.

“¿Q q que ha pasado?” Me preguntaste. “¿Dónde estoy?”

“Moriste,” te dije de golpe. No tenía objeto disfrazar las palabras.

“había un… un camión patinando…”

“Sip,” te dije.

“¿Mo mo morí?”

“Sip. Pero no te sientas mal por eso. Todo el mundo muere,” te dije.

Miraste alrededor. Solo estaba la nada; y nosotros dos.

“¿Qué es este lugar? ¿Es esta la vida después de la muerte?”

“Más o menos,” te contesté.

“¿Eres Dios?” Preguntaste.

“Sip,” contesté. “Soy Dios.”

“Mis hijos... mi mujer,” dijiste.

“¿Qué pasa con ellos?”

“¿Estarán bien”?

 “Eso es lo que me gusta ver,” te dije. “Acabas de morir y tu preocupación es tu familia. Eso se valora por aquí.

Me miraste con fascinación. Para ti, yo no parecía Dios. Solo parecía un hombre cualquiera. O posiblemente una mujer. Tal vez alguna vaga figura de autoridad. Más como un maestro de gramática de la escuela primaria que el Todopoderoso.

“No te preocupes,” te dije. “Estarán bien. Tus hijos te recordarán perfecto en todos los sentidos. No tuvieron tiempo de crear resentimientos contra ti. Tu esposa te llorará por fuera, pero en secreto sentirá alivio. Para ser justos, tu matrimonio se estaba desmoronando. Si te sirve de consuelo, se sentirá culpable por sentirse liberada.”

 “Ah,” dijiste. “¿Y qué va a pasar ahora? ¿Iré al infierno, al cielo o a algún lado?”

“No,” te dije. “Reencarnarás.”

“Ah,” dijiste. “Entonces los hindúes tienen razón.”

“Todas las religiones tienen razón en alguna forma,” dije. “Acompáñame.”

Me seguiste mientras recorríamos la nada. “¿A dónde vamos?”

A ningún sitio en particular,” te dije. “Solo que es agradable caminar mientras platicamos.”

“¿Entonces, cual es el punto?” Preguntaste. “Cuando vuelva a nacer solo seré una hoja en blanco, ¿cierto? Un bebé. Así que todas mis experiencias y todo lo que hice en esta vida no tendrá importancia.”

“Pues no es así del todo”, dije. Llevas dentro de ti todo el conocimiento y las experiencias de todas tus vidas pasadas. Solo que en este momento no las recuerdas.”

Paré de caminar y te alcé por los hombros. “Tu alma es más maravillosa, bella y gigante de lo que puedas imaginar. Una mente humana solo puede contener una pequeña parte de lo que eres. Es como meter un dedo en un vaso de agua para saber si está fría o caliente. Pones una pequeña parte de ti dentro del vaso, y cuando la sacas, adquiriste todas las experiencias que este tenía”.

“Estuviste en un humano por los últimos 40 años, así que todavía no te has estirado y sentido el resto de tu inmensa conciencia. Si nos mantuviéramos aquí el tiempo suficiente, comenzarías a recordar todo. Pero no hay objeto en hacer eso entre cada vida.”

“¿Entonces cuantas veces he reencarnado?”

“Ah, muchísimas. Y en muchas vidas diferentes,” te dije. “En este momento serás una niña china pueblerina en el 540 DC.”

“Espera. ¿Qué?” Exclamaste. “¿Me mandarás atrás en el tiempo?”

“Bueno, técnicamente sí. El tiempo, como lo conoces, solo existe en tu universo. En el sitio de donde vengo las cosas son diferentes.”

“¿Ah sí?” Preguntaste.

 “Claro,” te expliqué. “Vengo de un sitio. Otro sitio. Yo sé que te gustaría saber cómo es ese sitio, pero honestamente, no entenderías.”

“Ah,” dijiste, un poco desilusionado. “Pero espera un momento. Si reencarno en otros lugares en el tiempo, podría haber interactuado conmigo mismo en algún punto.”

“Claro. Sucede siempre. Y siendo ambas vidas solo conscientes de su propia experiencia tu ni siquiera te das cuenta que esto pasa.”

“¿Entonces cual es el punto?”

“¿En serio?” Pregunté. “¿En serio me preguntas sobre el significado de la vida? ¿No es acaso esto un poco estereotipado?”

“Bueno, es una pregunta razonable,” insististe.

Te miré a los ojos. “El significado de la vida, la razón por la que hice todo este universo es para que madures.”

“¿Te refieres a la humanidad? ¿Quieres que NOSOTROS maduremos?”

“No, solo tú. Hice este universo para ti. Con cada nueva vida creces y maduras y te vuelves un intelecto más grande.”

“¿Solo yo? ¿Y qué de los demás?"

“No hay nadie más,” dije. “En este universo solo estamos tu y yo.”

Me dirigiste una mirada de extrañeza. “Pero toda esa gente en la tierra…”

“Todos son tu. Diferentes encarnaciones de tí mismo.”

“Espera. Yo soy ¡¿todos?!”

“Ahora lo estas entendiendo,” te dije, dándote una palmadita en la espalda como felicitación.

“¿Yo soy todo ser humano que ha vivido alguna vez?”

“O que vivirá alguna vez, sí.”

“¿Yo soy Mel Zelaya?”

“Y también Roberto Michelleti,” añadí.


¿Y Pepe Lobo?


Sí, te dije. Y también Salvador Nasralla. Hiciste un gesto de disgusto como cuando alguien chupa un limón muy ácido.


“¿Yo soy Hitler?” Preguntaste luego.

“Y también los millones de personas que mandó a ejecutar.”

Te quedaste en silencio, reflexivo.

“Cada vez que victimizas a alguien,” te dije, “te estás victimizando a ti mismo. Cada acto de bondad que has hecho, te lo has hecho a ti mismo. Cada momento alegre y triste experimentado por cualquier humano, fue, o será experimentado por ti.”

Pensaste durante algún tiempo.

“¿Por qué?” Me preguntaste. “¿Por qué hacer todo esto?”

“Porque algún día serás como yo. Porque eso es lo que eres. Eres de mi raza. Tu eres mi hijo.”

“¡Wow!” Exclamaste incrédulo. “¿Quieres decir que soy un dios?”

“No. Todavía no. Eres un feto. Todavía estás creciendo. Una vez que hayas vivido todas las vidas humanas de todos los tiempos, habrás crecido lo suficiente para nacer.”

“Entonces el universo entero,” dijiste, “es, es tan solo un…”

Un huevo,” contesté. “Ya es tiempo de que partas a tu siguiente vida.”

martes, 24 de mayo de 2011

Interpretaciones de la Realidad y la Conciencia Basadas en el Conocimiento Moderno

Edwin Francisco Herrera Paz
Los seres humanos de todos los tiempos hemos intuido un mundo “fuera de este mundo.” Un lugar en donde es posible que sobreviva nuestra conciencia, o que es habitado por seres superiores o espirituales. Muchos deciden seguir esa intuición considerándola como genuina y se avocan a los caminos de la religión. Otros, deciden que es falsa; que no es más que un subproducto de la evolución de nuestros cerebros y que la única realidad que existe es la objetiva. Y algunos otros intentan dar una explicación de la conciencia a la luz de los conocimientos del momento.

¿Existe un mundo diferente a nuestra realidad física en donde sobrevive nuestra conciencia? Cuando en una entrevista le preguntaron a Carl Gustav Jung, –el discípulo de Sigmund Freud célebre por su “inconsciente colectivo” y los “arquetipos”– si creía en el mundo espiritual este contestó: “Yo no creo. Si la evidencia es suficiente para sustentar una hipótesis, podemos decir que al menos podemos considerar la posibilidad”. Cuando más adelante el entrevistador le preguntó si creía en Dios, respondió con una sonrisa radiante, como de complicidad: “Difícil de contestar. Como le he dicho, no creo. Lo sé. Sé que Dios existe”.

A lo largo y ancho del mundo se puede encontrar un gran número de interpretaciones sobre la realidad, el propósito de nuestra existencia, la naturaleza de nuestra consciencia y sobre la veracidad de la existencia de Dios y su papel en el mundo. Dichas interpretaciones se han venido a denominar “cosmovisiones.”
Carl Gustav Jung

Jung tenía su propia cosmovisión, difícil de rebatir considerando su talla intelectual. Carl Gustav Jung hablaba del mundo espiritual no porque creyera en él sino por experiencia propia. En 1994, en un hospital de Suiza, este famoso psiquiatra sufrió de un paro cardíaco y atravesó por una Experiencia Cercana a la Muerte. Su experiencia fue tan vívida e intensa que lo convenció de la supervivencia de la conciencia más allá del mundo físico. Jung intentaría conciliar esta experiencia con la objetividad de su teoría psicológica.

En este post me apartaré de la aproximación a la realidad espiritual a partir de la religión y el misticismo. En cambio, me centraré en algunas interpretaciones modernas de la naturaleza de la conciencia surgidas a partir de la ciencia real, la ciencia ficción y la tecnología.

La conciencia como cualidad emergente de la complejidad

La complejidad de un sistema se mide por el número de interrelaciones entre los elementos y la estructuración en niveles jerárquicos. La conciencia entonces emergería como un subproducto de los complejos flujos de corriente en las estructuras cerebrales.

Este es el punto de vista sustentado por las neurociencias. De ser cierto, el nivel de conciencia aumentaría con una subsecuente estructuración y aumento de complejidad. El asunto de las estructuras de centralización de la información a modo de cerebros, pero en niveles jerárquicos crecientes, es abordado en Superorganismo Universal de este blog.

En 1956 Isaac Asimov publicó “The Last Question.” Para esa época se encontraban de moda los grandes computadores tipo mainframe y Asimov, siguiendo el pensamiento de su época, suponía que el poder computacional crecería linealmente con el tamaño de las máquinas.

En este ensayo corto y brillantemente bien escrito Asimov salta períodos de tiempo consecutivamente mayores en cada uno de los cuales un enorme computador se encarga de los problemas de la sociedad y contesta todo tipo de preguntas. Los computadores crecerían hasta alcanzar la escala planetaria, luego la escala galáctica, y finalmente, miles de millones de años en el futuro, el gran computador cósmico, formado por la unión de la conciencia humana y la conciencia digital.

Isaac Asimov
Hubo una sola pregunta que cada uno de los computadores, a pesar de su enorme inteligencia, fue incapaz de responder: “¿Se puede revertir la entropía?” Cada vez que un ser humano le hacía la pregunta a un computador este invariablemente respondía: “Aun no hay suficiente información para contestar la pregunta de manera significativa”.

Esta pregunta no era más que una inquietud para los seres humanos habitantes de un universo aun joven y no pasaba de ser una simple curiosidad. Pero al acercarse la muerte térmica del universo la pregunta se hizo crucial. Sin embargo, por más inteligente que fuera el computador cósmico siempre hubo una cantidad de datos insuficiente para contestarla.

Como estaba previsto, el universo fue apagándose en una muerte térmica. Las últimas estrellas acabaron su combustible. La materia y la energía fueron muriendo y con ellos el espacio y el tiempo. No obstante, el computador cósmico continuó existiendo debido a esa última pregunta. Todas las demás preguntas habían sido contestadas, pero mientras esta última no lo fuera, el computador no podría liberar su conciencia. Todos los datos necesarios se habían recolectado. Tendría que pasar un intervalo infinito para poder relacionarlos de todas las maneras posibles.

Resulta que al final el computador encuentra la solución a la pregunta, pero entonces ya no había ningún ser humano que la pusiera en práctica. Después de todo eso no importaría ya que la misma respuesta se haría cargo de solucionar el problema. Le tomó al computador otro intervalo infinito para dilucidar de qué manera lo haría. Cuidadosamente, organizó el programa.
La conciencia del computador contenía toda la información sobre lo que había sido en el universo y que ahora era solo caos. Debía ser hecho paso a paso.

Finalmente, el computador dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo.

En este relato de Asimov, combinadas, la conciencia universal formada por el poder computacional universal y la conciencia humana constituye una especie de Dios. Un Dios formado por el universo mismo y que actúa dentro de este. Un Dios capaz de encontrar la respuesta a la última pregunta: “¿cómo se puede revertir la entropía?” Esto le permitiría la construcción de un universo nuevo.

Entonces, la conciencia humana sería parte de una conciencia superior en desarrollo que al final de los tiempos no necesitaría un verdadero soporte físico. Pero si este Dios o superconciencia cósmica no residiera ya más en los circuitos computacionales o neuronales, ¿Dónde supone Asimov que lo haría?

El afamado y prolijo escritor de ciencia ficción no aclara muy bien este punto, pero los físicos cuánticos modernos han hecho su contribución en cuanto a un posible sustrato de la conciencia humana.

La consciencia cuántica

Para Roger Penrose, físico experto en la teoría de la relatividad, la conciencia está compuesta por una unidad formada por tres dimensiones: la matemática, la física y la psíquica.
La realidad física es aprehendida por los sentidos y surge de la realidad matemática, que es la fundamental y que solo se alcanza mediante la abstracción. La realidad psíquica surge de las otras dos. Pero es el ser humano el único ser viviente en el que confluyen las tres.

Para Penrose el libre albedrío ocupa un lugar especial en el asunto de la conciencia. El libre albedrío no se manifiesta solamente como el resultado de procesos complejos sujetos a las leyes del caos. Un verdadero libre albedrío necesitaría de estructuras que se encontraran en dos estados superpuestos. Entonces, al momento de tomarse una decisión uno de los dos estados se volvería realidad.

Para el mundo cuántico la idea de estados superpuestos no es extraña. Por ejemplo, una partícula puede estar en dos sitios a la vez. Es cuando se efectúa una observación que esta superposición adquiere realidad.

Roger Penrose
Penrose propone como sitio de residencia de esta indeterminación cuántica –y por ende de la conciencia–  unas estructuras que se encuentran en el interior de las células, llamadas microtúbulos, que están formadas por la proteína tubulina. La tubulina se encuentra en dos diferentes estados conformacionales que dependen de la distribución de los electrones en su superficie. Pero estos dos estados son en realidad estados cuánticos superpuestos, y la consciencia aparece hasta que uno de ellos se vuelve real.

¿Será entonces que la conciencia surge como la concreción de una distribución cuántica de probabilidades? ¿Deja cabida esta interpretación de la conciencia a algo como un alma? La respuesta es sí. La hipótesis de Penrose permite que algún tipo de vida basado en la superposición cuántica controle el colapso de la función de onda en un estado concreto. Así, el verdadero origen de la conciencia estaría en este mundo cuántico, como en el caso que narraré a continuación.

Quman es un ser especial. Es una forma cuántica colectiva de vida basada en la interferencia de la función de onda del universo. Su existencia es apacible y autocontemplativa. Ha visto nacer y colapsar multitud de universos con diferentes características. La mayor parte de ellos han permanecido sumamente calientes, y este ambiente es ideal para Quman.

Sin embargo el universo precedente tenía un pequeño problema. Se había expandido y enfriado mucho, y con ello el mundo cuántico era dominado por la decoherencia en un mundo físico. La decoherencia era dañina para Quman, pero este encontró la manera de habitar ciertas formas de vida física cuya existencia era posible gracias a esa misma decoherencia.
Quman sabía que sus días terminarían con el colapso del universo, y por ello ideó una estrategia. Forzó a aquellos seres a adoptar una conducta destructiva de su entorno. Entonces, bajo condiciones difíciles los seres buscarían emigrar de aquel pequeño planeta del que provenían y luego conquistarían la galaxia y el universo.

Efectivamente, cuando el colapso del universo se encontraba cerca, los seres, con la actitud altanera y egoísta que los caracterízaba, destinaron todos sus recursos para construir una baliza que contenía toda la historia cultural de su civilización. Aunque sabían que ellos no sobrevivirían, al menos la información del universo y de su historia quedaría codificada en una especie de memoria cuántica que tal vez, remotamente, se perpetuaría a pesar del gran colapso.

Martin Bojowald
Justo lo que esperaba Quman. Durante el colapso gravitatorio que llevó a su fin al universo, Quman se las arregló para decodificar muy rápidamente la información de la baliza y con ella tomar vida nuevamente en el universo naciente. No obstante gran parte de la información se perdió. Con cada nuevo universo Quman comenzaba su existencia con una suerte de amnesia debido a la pérdida de información en cada colapso.

Quman es producto de la imaginación del físico teórico Martin Bojowald, líder en el estudio de la gravedad cuántica. Para Bojowald, este ser hipotético llamado Quman habita todo el universo, sobreviviendo gracias a su multiplicidad. Tiene poder de residir en las mentes humanas y es capaz de controlar gran parte de sus acciones y decisiones. Sin embargo su existencia se limita al universo. No nos dice nada sobre un Dios creador fuera de este pero abre la posibilidad de un tipo de mundo espiritual cuántico, claro está, no del todo bondadoso, aunque sí con un propósito bien definido.

Los ejemplos que hemos visto hasta aquí se limitan a conciencias superiores confinadas al universo.

La consciencia computacional

Según Roger Penrose, ningún computador tal cual lo conocemos en la actualidad sería capaz de simular la conciencia puesto que le haría falta un sustrato en el que actuara la indeterminación cuántica. Claro, eso no descarta que alguna nueva tecnología lo logre. Por otra parte, diversos autores han contemplado la posibilidad de que vivamos realmente en una simulación de computador.

Hace algún tiempo y después de leer algo sobre la teoría del universo holográfico, se me ocurrió que era posible que fuéramos algún tipo de simulación. La teoría holográfica se basa en el hecho de que la información de todo lo que está dentro de una esfera puede estar contenida en su superficie.

Se me ocurrió entonces que la totalidad de la existencia en el universo podía ser simulada en una red de computadoras. Un conjunto de usuarios podría intervenir de manera muy limitada en el devenir de los seres virtuales. Los seres virtuales no sabrían que en realidad son simulaciones. Vivirían una existencia virtual y podrían ser vistos en muchos monitores a la vez.
La descripción de una simulación del desarrollo de la vida y su evolución hasta formar seres inteligentes la planteé en La Realidad del Mundo Virtual.

Algo similar se propone en el éxito de Hollywood “The Matrix,” sin embargo nunca creí que el mundo académico pudiera tomar en serio la propuesta de nuestra realidad como una simulación hasta que encontré “Are You Living in a Computer Simulation?” Se trata de un artículo académico publicado en 2003 en Philisophycal Quarterly por Nick Bostrom, de la universidad de Oxford.

En el artículo, Bostrom analiza dos posibilidades mutuamente excluyentes: 1) O bien es muy poco probable que la humanidad sobreviva hasta alcanzar un estado avanzado de civilización post humano, o 2) De lo contrario es en extremo probable que estemos viviendo en una simulación.

El argumento es este. Si la humanidad sobrevive hasta volverse una civilización post humana técnicamente avanzada, entonces esa sociedad encontrará deseable y hasta útil hacer simulaciones de su historia, lo cual podría hacer puesto que contaría con una capacidad de procesamiento computacional enorme.

La capacidad de procesamiento sería tan grande que resultaría posible reconstruir el universo completo. Pero aun esto no haría falta. Los programas podrían simular el mundo real ad hoc cuando un ser consiente lo observara. Es decir, los objetos tomarían forma únicamente cuando fueran observados por los seres virtuales, lo que resultaría en un gran ahorro de potencia computacional.

Pues bien, si la probabilidad de que una civilización posthumana simulara su historia es del 100%, entonces la civilización de la simulación también realizaría sus propias simulaciones, etc., etc. Entonces, la probabilidad de que vivamos en una simulación es mayor del 99%, por lo que nuestra conciencia se encontraría imbuida en los circuitos de algún computador del mundo virtual anterior.

Hasta aquí hemos analizado brevemente algunas interpretaciones de la consciencia y la realidad física. Pero de las que he revisado, ¿sabe cuál es la que más me gusta? Una propuesta que encontré en la red en forma de una amena charla y que traduje al español. Se llama “El Huevo.

Hasta pronto.


Artículo relacionado: Otros-Mundos

martes, 17 de mayo de 2011

COSMOVISIONES

Edwin Francisco Herrera Paz
En el mundo hay una gran variedad de cosmovisiones, o sea, maneras de interpretar la realidad. Hace poco encontré un artículo en internet en el que se muestran las diferentes cosmovisiones y me di a la tarea de traducirlo y hacer mi propia tabla, la cual muestro aquí.

¿Cuál es su cosmovisión? La mía es “Teísta Cristiano,” con ciertas variaciones que no expondré en este post.


Lea También: Del Propósito de Dios o ¿Tiene Dios un Dios?

domingo, 15 de mayo de 2011

LA DEPRESION EXISTENCIAL: SUS CAUSAS Y POSIBLES SOLUCIONES



Edwin Francisco Herrera Paz


“¿Cuál es el pan que nadie quiere probar? Pues el pan-teón.” Hace poco leí este chiste posteado por una amiga en Facebook. Confieso que me dio risa, aunque vale la pena analizar la veracidad de su afirmación. Paradójicamente, hay personas que SÍ desean probar el panteón, como en el caso que narraré a continuación.

El 18 de septiembre de 2010 fue un día despejado en el campus de la universidad de Harvard. Por la mañana, cientos de personas residentes de Massachusetts recibieron un extraño correo que se acompañaba de un link. Al abrirlo, el destinatario era redirigido a una página web que contenía el texto de un libro de 1905 páginas.

El mencionado documento es una  obra investigativa de filosofía y teoría biosociológica que podría catalogarse simplemente como brillante. El autor razona finamente sobre asuntos como el origen psicológico del Dios bíblico, el Dios tecnológico, la inteligencia y simbolismos del pueblo judío, el transhumanismo y la historia anglosajona. El propósito fundamental del libro es convencer al lector que el nihilismo es la única doctrina aceptable, sin embargo al inicio hace énfasis en que el mismo hecho de creer en algo llamado nihilismo es una contradicción ya que no es posible creer en el “no creer.”

Una vez que uno comienza a leer el texto de la obra es difícil parar, y en mi opinión bien pudo llegar a ser un clásico de la literatura filosófica contemporánea. Digo “bien pudo” porque el objetivo del libro era el que indica su nombre: “Nota de Suicidio.”

Cuando las personas que recibieron el mencionado correo electrónico se dieron cuenta de que aquello era en realidad una nota de suicidio, intentaron vanamente comunicarse con Mitchell Heisman, el autor. Este había programado el mensaje para ser enviado unos minutos después de su muerte planificada. En las gradas de la iglesia “Memorial” de Harvard y frente a docenas de personas, Heisman acabó con su propia vida pegándose un tiro en la cabeza.

Según la psiquiatría moderna el suicidio y su planificación son signos de una profunda perturbación mental, de una depresión severa o no tratada que lleva a la ideación psicótica de la propia muerte y finalmente a su ejecución planificada. Sin embargo, en este caso se puede ver claramente mediante el análisis del texto que Heisman no llega a la autodestrucción por la vía de la emotividad, sino mediante lo que parece ser una fría aproximación racional.

Esta aproximación racional a la falta de sentido de la existencia humana –llevada al extremo en el caso de Heisman- lleva inevitablemente a un tipo de depresión, llamada existencial, que suele ser bastante común entre los intelectuales y personas de éxito de todos los tiempos.

Según las palabras de Leon Tosltoi, el célebre escritor ruso autor de “Guerra y Paz” sobre una de sus crisis de depresión existencial:

“Pero no había vida en mi porque no había deseos cuya satisfacción pudiera encontrar razonable. Si deseaba algo, sabía de antemano que no importaba si lo obtenía o no. Si un hada mágica hubiera venido y me hubiera ofrecido cumplir cada uno de mis deseos, no hubiera sabido qué desear. Si en momentos de intoxicación no tenía realmente deseos sino los hábitos de los viejos deseos, en momentos de sobriedad sabía que todo era una ilusión, que en realidad no deseaba nada. Ni siquiera deseaba más descubrir la verdad porque podía adivinar cuál era. La verdad era que la vida no tiene sentido…”

La ideación existencial de Leon Tolstoi es comprensible, pues pertenece a esa élite de individuos intelectuales de enorme creatividad cuyas capacidades elevadas se han ligado tradicionalmente a excentricidades o a patología depresiva. Por otra parte, el grupo de personas que menos se espera que sufra de depresión existencial es el de aquellas que han tenido mucho éxito en sus vidas, como los ejecutivos en jefe (CEO por sus siglas en inglés) de grandes y exitosas compañías. Después de todo, al ejecutivo en jefe promedio en los países desarrollados no le falta nada: fama, fortuna, poder, una bonita casa – en suma, todo lo que desearíamos para nosotros-, y si hay un tipo de personalidad combativa pero equilibrada debe ser la de uno de estos individuos pues la suerte económica de muchos inversionistas recae sobre ellos. ¿Por qué habría un ejecutivo de alto nivel padecer de depresión?

Pues resulta que en este grupo de personas exitosas la depresión es mucho más frecuente que en la población general, con crisis de mayor severidad que en el ciudadanos promedio. Según un reporte de la revista “Psychology Today” el porcentaje de ejecutivos en jefe con diagnóstico de depresión asciende a un 20%.

Pero mientras en el grupo de los intelectuales la depresión existencial sobreviene después de abrazar una concepción nihilista de la vida a la que se llega mediante el razonamiento, en el grupo de los CEO puede obedecer a factores ligeramente diferentes: Un vació existencial que busca llenar con éxitos materiales para luego darse cuenta que no se ha llenado; la sensación de haber escalado la última montaña, la más alta, con la consiguiente ausencia de incentivos; la sensación de haber malgastado el tiempo en la búsqueda de bienes materiales en detrimento de sus relaciones familiares; y el temor a perderlo todo, entre otros.

La depresión existencial en el grupo de personas altamente exitosas no es exclusiva de nuestros tiempos. Quizá el ejemplo más notable es el de aquel hombre sabio que gobernó Israel en su etapa de más esplendor. El rey Salomón no es famoso solo por sus innumerables mujeres y su enorme riqueza, sino por su inmensa sabiduría que lo llevaría a ser el autor de tres libros del antiguo testamento. Es decir, vemos en Salomón un modelo de persona altamente exitosa y a la vez de enorme intelecto.

Particularmente, el libro de Eclesiastés es un arquetipo de depresión existencial. Salomón, el rey que lo tuvo todo, a lo largo de muchos versículos e intercalando con reflexiones filosóficas hace breves inventarios de los logros del hombre, solo para afirmar después de cada uno que se trata de “vanidad de vanidades.” Salomón termina el libro con una recomendación a modo de asidero: “El fin del discurso que has oído es: Teme a Dios y a sus mandamiento, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala.” Ecl 12: 13,14.

Maduros deprimidos

En cierto aspecto, la depresión existencial es señal de madurez. Todos nacemos como pequeñas criaturas ávidas de conocimiento, deseosas de aprehender el mundo. En el transcurso de la niñez siempre estamos deseando algún juguete. Si lo conseguimos, experimentamos un enorme placer pero pronto nos damos cuenta de que aquel aparato o artilugio no llena todas nuestras expectativas, así que vamos por el siguiente. En la tienda de juguetes pataleamos y hacemos todo un berrinche hasta que nuestros padres nos complacen.

En las navidades esperamos siempre a Santa Claus (Papá Noel) con su enorme bolsa de regalos, pero al llegar la adolescencia nos olvidamos de los juguetes y los substituimos por la atracción hacia el sexo opuesto. Los juguetes dan paso a artefactos más sofisticados, como teléfonos celulares o el último videojuego, sin saber con plena conciencia que la adquisición de tales aditamentos tiene como propósito hacerse notar, sobresalir ante los iguales y las parejas potenciales.

De muchachos, los varones pensamos en el sexo. “¡Cuán feliz sería si tuviera la oportunidad de tener una relación sexual en el momento que deseara!” Las niñas frecuentemente añoran su propia familia. “¡Cuán contenta me sentiría con un hombre a mi lado que me protegiera!” Después de un tiempo encontramos una pareja, el amor de nuestra vida, nos embriagamos de emoción, probamos las mieles del placer sensual para luego pasar por desilusiones y desencantos, pero siempre vamos por más. Con los años vienen los deseos de bienes materiales y la añoranza de ser alguien ante los congéneres.

Si cada deseo es satisfecho entonces lo substituimos por otro, luego por otro, y por otro más, hasta que no quedan más deseos porque los hemos cumplido todos, o porque nos damos cuenta que los deseos ya no son tan importantes. Por fin nos enteramos de que cada vez que satisfacemos un deseo este dejará un vacío que deberá ser substituido por otro deseo, y nace en nuestra conciencia la visión de un ser humano sumergido en ciclos rutinarios, sin fin y sin sentido.

Si nos sumergimos en los libros nos damos cuenta de que no hay una verdad sino muchas; que el ser humano es finito pero infinitas son las formas de ver el mundo, y al fin nos enteramos que sea cual fuere nuestra forma de pensar, siempre habrá una manera de pensar diferente que encierre una verdad tan plausible como la nuestra.

¿Qué hacer?

La depresión existencial –como todo tipo de depresión- es negativa y dirige al individuo a la autodestrucción. Hay dos opciones: 1) La falta de significado de la vida es real. 2) La falta de significado de la vida es una simple ilusión y en realidad somos parte importante de un gran rompecabezas. Como tan probable es lo uno como lo otro el sentido común nos dice que debemos optar por la segunda afirmación con el fin de evitar la depresión existencial y la autodestrucción.

 Hay una diferencia fundamental entre percibir los sucesos del mundo cotidiano como una serie de eventos aleatorios independientes, a percibirlos como eventos, sean estos buenos o malos, que forman parte de una historia, de una trama en la cual somos una parte esencial. Lo importante es que nosotros mismos podemos escoger la ruta. ¿Opción 1 u opción 2? Escojo la 2 y a partir de allí armo el andamiaje que me permitirá encontrar propósito en la existencia.

En palabras de Viktor Frankl:

“El factor importante se llama DECICIÓN. La libertad para escoger, para decidir; saber que tengo la libertad de responder de una manera o de otra A PESAR DE las condiciones que solo en APARIENCIA parecen determinar completamente mi comportamiento”.

Viktor Frankl sabe lo que dice. Él mismo puso en práctica su prédica de libertad de decisión en su tiempo como prisionero en los capos de exterminio Nazi. El Dr. Frankl decidió no verse afectado por las severas condiciones infrahumanas vividas en ese período de su vida. Continúa expresando el Dr. Frankl que el ser humano no es totalmente libre, pues siempre estará sujeto a las condiciones biológicas y medioambientales, sin embargo, la ultima libertad humana es la de decidir cuál será su respuesta ante un conjunto de circunstancias. Así que todo comienza por la decisión de abrazar la opción 2.

Definitivamente, en la mayoría de los casos no hay una solución rápida al sentimiento de falta de propósito en la vida. Cada persona deberá abordar el problema a su propia manera y basado en sus necesidades particulares, pero voy a atreverme a enumerar algunas aproximaciones generales que pueden conducir a una “cura.”

A)   1) No tenga tiempo de deprimirse

¿Siempre quiso hacer algo por falta de tiempo o recursos y ahora sí puede? Pues este es el momento. El secreto está en no tener tiempo para deprimirse, a la vez que mantiene activos los deseos. Mantenga la ilusión. Si le aburre una actividad distractora pase a la siguiente, y luego a la siguiente. Las actividades a las que se puede dedicar son incontables. Llene su tiempo. Decídase a compartir con aquellos con quienes no había tenido tiempo para compartir. Llene su vida con arte. Apasiónese y embriáguese de la  vida. Decídase a vivir a mil por hora.

Obviamente, aunque esta aproximación al tratamiento de la depresión existencial constituye un excelente paliativo, no ataca la raíz del problema. El vacío existencial es imposible de llenar del todo con actividades adicionales.

B)    2) Dé, comparta y sirva a los demás

Si sus deseos y anhelos se encuentran en gran medida satisfechos, tenga en mente los millones de personas en el mundo que han sido menos afortunados que usted. No hay satisfacción más grande que dar a los demás de lo mucho o poco que tenemos. Si recibimos alimento, alimentamos nuestro cuerpo, pero si damos alimentos a los que lo necesitan alimentamos nuestra alma.

Lo dijo el Señor Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35).

       3) Busque su propósito en la vida

Si, tal vez sea cierto que usted es una persona exitosa en la vida, con algunas habilidades excepcionales, pero no es igual que decir que usted encontró su propósito. Habilidades y propósito no van siempre necesariamente juntos. Reflexione sobre lo que usted realmente disfruta haciendo. Remóntese a su niñez y hurgue en el cofre de los recuerdos. Alguna vez usted habrá hecho algo que le provocó una gran satisfacción, un confort interior difícil de explicar. No es necesariamente lo que usted hace mejor, sino aquello que a usted no le importaría hacer todo el tiempo, aunque no recibiera ninguna paga.  

Si usted compra una silla mecedora podrá hacer muchas cosas con ella. Si es muy bonita podrá utilizarla de adorno para su sala. También podría colocar sobre ella las cosas que no le caben en otro lugar de la casa. Si la silla es antigua podría usted subastarla por una cuantiosa suma. Todo eso está bien, pero la silla no cumplirá el propósito para el cual fue creada mientras no haya alguien que la utilice para sentarse. La vieja silla mecedora será feliz meciendo a aquella anciana que teje los calcetines de sus nietos, porque habrá encontrado su propósito. 

No hay actividad demasiado pequeña o excesivamente grande cuando sabemos que es parte de nuestro propósito. Así que busque insistentemente su propósito.

D)   4) Acérquese a Dios

¡La más importante de todas! Si usted ha llegado a una visión nihilista por la vía del intelecto, dele a Dios el beneficio de la duda. El siglo de las luces trajo consigo una revolución en la manera de pensar de la humanidad. Desde luego ahora vemos el aspecto positivo de esta revolución. Los avances en el campo médico y todas las ramas de la ciencia han sido formidables. Pero la ilustración le quitó al hombre el sentido de propósito para hacerlo un número más de una lotería estadística.

Recuerde que ni la ciencia ni la tecnología le han quitado en realidad el lugar a Dios, y la hipótesis de su existencia es al menos tan plausible como cualquier otra. Pero cuando hablo de buscar a Dios no hablo de ese Dios tecnológico futuro al que se refiere el autor de “Nota de Suicidio,” sino del Dios Padre, creador y amoroso; aquel que contesta las plegarias cuando le pedimos con fe.

Por lo tanto, atrévase a darle a Dios la oportunidad de cambiar su interior, y así remover definitivamente el germen dañino de la autodestrucción. Deje que el poderoso espíritu de Dios llene el vacío. Dele una probadita a la fe. No se arrepentirá, y después de todo, no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. 


Suicide Note. by: Mitchell Heisman.