jueves, 31 de enero de 2013

EL MERCANTILISMO... Enfermedad social crónica del pueblo hondureño (Ensayo)

Por: Lic. Carlos A. Urbizo Solís


Introducción

Una falacia o mito perverso (por lo que los hay también benignos y virtuosos) que ha prevalecido  en la sociedad hondureña en particular, y en el tercer mundo en general (aunque algunos del “primer mundo” también lo comparten, notablemente el Japón), es que nuestro sistema político-económico es capitalista, o como es el término de moda neoliberal, y que clásicamente se conoció como liberal o libertario. Tampoco es comunista o socialista... a pesar que tiene características comunes con todos esos sistemas o modelos.

Técnica, teórica, o académicamente hablando, nuestro sistema político-económico es mercantilista, enfermedad social crónica que confío el lector reconocerá y apreciará fácil e inmediatamente al concluir la lectura de este ensayo. Y concluirá que lejos de ser técnico, teórico, o académico, es plenamente práctico, real ... y dañino.

Y de repente le parecerá como una revelación, o un descubrimiento/conciencia  (tal vez porque así me pareció a mi en su tiempo) de por qué el nivel y calidad de vida del hondureño se ha empeorado por 500 años!  Sí, 500 años ... o si prefiere el lector, 181 años desde el año de “independencia”, 1821 (qué más da, al fin y al cabo tal vez lo que cuentan son los últimos 70 años que afectan a todos los que estamos vivos hoy.)

Seguidamente, como el caso de cualquier mal o enfermedad, el lector comprenderá que no es posible su cura (transformación o reforma), si se ha hecho un diagnóstico totalmente equivocado de ella.

Resulta que el liberalismo o neoliberalismo (y es Karl Marx quien se consagró acuñándolo como “capitalismo”), fue derrotado en Honduras, y en el tercer mundo, sin que en realidad haya existido.  Qué tragedia!  Se ha derrotado a un fantasma!!

Y por eso seguimos igual o peor... estancados y pobres, invirtiendo  grandes esfuerzos, luchando unos contra los otros, atacando,  defendiendo,  y “modernizando” (capitalismo con rostro humano) un sistema político-económico que no existe.

Este derroche de recursos en todas sus presentaciones (tiempo, dinero, polémicas estériles, angustias, odios, violencia y hasta muertes) ha causado, y sigue causando, pobreza en nuestras sociedades.

Gobiernos intervencionistas

Por intervención directa, activa, y hasta inconsulta del gobierno/(estado), a nuestro degradante sistema, que se le ha confundido con el capitalismo (neoliberalismo), se le ha ido pegando una serie de parches (reformas “heroicas y patrióticas tomadas con alta responsabilidad”,  según los políticos de turno) convirtiéndolo en una llanta inservible un (sistema social inoperante, mezquino, contraproducente y apto generador de pobreza y miseria), que no resiste más reparaciones.

Desde luego, estos parches (reformas) no funcionarán porque no atacan el mal de fondo o en sus raíces ¾ el mercantilismo.

Hay que cambiar la llanta... abolir, extirpar el mercantilismo!

Si bien es cierto que el sector privado es una contraparte indispensable y responsable en este sistema, es más cierto que el sector público (gobierno) es el factor determinante por ser la autoridad que elabora las leyes, reglamentos, boletines, circulares, ordenanzas, etc.  a través de sus tres poderes estableciendo o creando el sistema o modelo económico y sus parámetros o alcance.  La persistencia del mercantilismo ha sido el resultado calamitoso y cruel.

Retrato de Hernando de Soto
Refiriéndose a esa función del gobierno, Hernando de Soto, en su increíblemente elocuente, penetrante, e inquietante libro, “El Otro Sendero” (1986), se pregunta con asombro, frustración, y casi desesperación, en el contexto peruano  “¿Por qué nuestro derecho nos empobrece?  ¿Por qué obliga a buena parte del país a trabajar en la informalidad e impone a la formalidad costos muy altos y requisitos absurdamente complicados?  ¿Por qué carece de un criterio económico que incentive a los ciudadanos a tomar decisiones que permitan aprovechar las oportunidades económicas y que facilite la especialización e interdependencia de hombres y recursos?”

Estoy plenamente seguro que estas son las interrogantes que cualquiera de nosotros se hace en Honduras, aunque no las pueda articular tan clara y brillantemente como lo ha hecho Hernando de Soto!

Continúa Hernando de Soto su crítica, enjuiciamiento o condena de este oprobioso sistema, manifestando que en el Perú (que bien puede ser Honduras o el tercer mundo), la ley se ve esencialmente como un instrumento de redistribución de riqueza, y no para facilitar su producción, cuya distribución corresponde a todos los factores que la han hecho posible de acuerdo con el valor de mercado contribuido.

No es tampoco ningún fenómeno nuevo, o que haya aparecido con el movimiento socialista iniciado por Karl Marx, y puesto en vigencia a la fuerza, por excelencia, en la Unión de Repúblicas Socialistas  Soviéticas (URSS) a principios del Siglo XX.  (Bajo ese régimen, el estado, a través del gobierno, y a la fuerza, se apropió de los medios de producción, y al concentrar y centralizar todos los poderes políticos y privados, hizo innecesaria la colusión entre gobierno y sector privado, como veremos más adelante).

El uso del derecho para redistribuir la riqueza y conceder privilegios, data posiblemente tan atrás como el siglo XV (tal vez época en que se inicio el capitalismo/liberalismo sustituyendo paulatinamente al feudalismo y al mercantilismo).

Retrato de F Bastiat
A principios del siglo XIX,  Frederick Bastiat, un filósofo y escritor francés, alcanzó una gran popularidad con sus artículos repletos de sátira ridiculizando la promulgación de leyes mercantilistas propias de esa época. Escribía Bastiat:

“El hombre no puede vivir y disfrutar sino por medio de una perpetua aplicación de sus facultades a las cosas, por el trabajo. De ahí, emana la propiedad.

Pero también es cierto que el hombre puede vivir y disfrutar, apropiando y consumiendo el producto de las facultades de sus semejantes.  De ahí emana la expoliación.

No podía pues introducirse en la sociedad un cambio (daño) más grande y una mayor desgracia que ésta: La ley convertida en instrumento de expoliación.

Hay dos clases de expoliación: la extralegal ...robo, estafa, la que define, prevé, y castiga el Código Penal. Y la legal ... y basta pues que la ley ordene y consagre la expoliación, para que ésta aparezca justa y sagrada para muchas conciencias.

¿Cómo reconocerla?  Es muy sencillo.  Hay que examinar si la ley quita a algunos lo que les pertenece para dar a otros lo que No les pertenece.

Hay que examinar si la ley realiza en provecho de un ciudadano y en perjuicio de los demás un acto que aquel ciudadano no podría realizar por sí mismo sin incurrir en criminalidad”.

Leyes de este tipo deben ser derogadas de inmediato, sostenía Bastiat, aunque el mismo reconocía que “sin duda alguna el beneficiario chillará; invocará derechos adquiridos.  Dirá que el Estado debe protección y fomento a su industria; alegará que es bueno que el Estado lo enriquezca, porque siendo rico, gastará más, derrochando así una lluvia de salarios sobre los obreros pobres.”

¿Suenan estos argumentos familiares y conocidos en nuestra Honduras?  Sofisma de entonces hace más de 150 años, y sofisma hoy.

Por eso al inicio me he referido a este sistema como una enfermedad social, siendo que las enfermedades tienen iguales características en cualquier parte del mundo y en cualquier época. Y también como enfermedades, han sido ya erradicadas en otras sociedades que ahora gozan de muy buena salud... política, económica, y social. No estamos pues, necesariamente condenados para siempre tratándose de enfermedades sociales.

Su erradicación en nuestro pueblo dependerá del liderazgo en los sectores público y privado, definiendo liderazgo como la capacidad, la creatividad, la sensibilidad, y la voluntad de cambiar el status quo (para el mayor bienestar del mayor número de personas posible, por supuesto... pues cambio también puede ser para peor!)

Si la expoliación legal, o redistribución de riqueza en todas sus variantes, prevalece en una sociedad, lógico y natural es que en ella prevalezca también la formación de grupos para acceder al poder gubernamental que legislará en su favor.  Y así terminamos viviendo y lidiando con  un sinnúmero de asociaciones o agrupaciones industriales, comerciales, laborales, gremiales, patronatos, sociales, políticas, religiosas, locales, nacionales, regionales e internacionales que pasan cabildeando favores del gobierno con el consecuente desperdicio de recursos humanos y materiales.

Este enorme desperdicio de recursos, desde luego incluyendo la corrupción que invariablemente le acompaña casi por naturaleza propia de la gestión, conduce a una gran ineficiencia o inoperancia del sistema económico cuyo resultado lógico y palpable es la profunda pobreza en que vive la gran mayoría del pueblo hondureño (y del tercer mundo).
                                   
“La consecuencia es”, concluye  Hernando de Soto, “que el Estado peruano (hondureño, o tercer mundista) en lugar de hacer de nosotros una ‘democracia de derecho’,  nos ha convertido en una ‘democracia de grupos de presión’.  Así, por ejemplo, en el caso de las empresas, estas enfilan su natural afán de competencia hacia el acercamiento al poder político y burocrático, y no hacia una contienda por servir mejor a los consumidores.”

Que radiografía social más fiel de la enfermedad hondureña (y, por cierto, del tercer mundo.)

A esta altura, creería que el lector hondureño se ha visto ya dibujado en estos relatos de Hernando de Soto, y en los conceptos planteados por Frederick Bastiat, que son el fondo y forma del mercantilismo ¾ el fondo es los intereses creados, personales o individuales (en el sentido mezquino) o de grupo, y la forma es la promulgación de las leyes que conceden privilegios y monopolios.

¿Qué es el mercantilismo?

Contrario a lo que cree la mayoría, el mercantilismo no es comprar barato o vender caro; ni es comercialismo o pensar siempre en función de negocios y dinero. El modelo o estado mercantilista  parte de la creencia que el bienestar económico del pueblo sólo puede lograrse a través del gobierno por medio de políticas nacionalistas, restrictivas, proteccionistas o paternalistas.

Dibujo de monopolio
Una extensión de este sistema es la oferta y demanda de privilegios, subsidios, monopolios, u oligopolios obtenidos y otorgados por el gobierno.

Por el lado de la oferta, los políticos con el afán de obtener votos, y/o aun de buena fe creyendo que el gobierno tiene la función de redistribuir la riqueza, proponen al pueblo, en su mayoría muy pobre, aliviar su condición a través de leyes con esos fines.

Por el lado de la demanda, el pueblo acostumbrado a la demagogia y populismo de los políticos e ideólogos, también clama porque el gobierno le conceda beneficios y subsidios especiales a cambio de su voto.

Se lamentaba Ramón Rosa en su obra inconclusa “Morazán, historia de un benemérito”, escrita hace unos 120 años, “Nosotros tenemos pueblo en el sentido vulgar de la palabra; pero no en la acepción política …como una entidad nacional…capaz de dirigir sus destinos…en vez de esa entidad nacional, tenemos masas dispersas, colonos a la española , que olvidados de sus derechos, bajo el peso de la anarquía o de la dictadura, ven en el gobierno por diabólico que sea, una divina Providencia, y trabajan y obedecen, y gimen a hurtadillas, o bien aplauden delirantes a sus propios tiranos, por que el poder es todo, y el pueblo nada.”

Retrato de Ramon Rosa
Y aun ante ese clamor de Ramón Rosa, nos atrevemos a insistir que tenemos un pasado, una herencia, una huella histórica gloriosa y digna como pueblo, confundiendo lo que fueron nuestros grandes próceres o héroes, su ilustrado y sabio pensamiento, con las batallas ideológicas, y hasta militares, que libraron y perdieron ante los mercantilistas de aquellas épocas. Batallas que seguimos librando y perdiendo!

En términos de teoría económica, el mercantilismo se caracteriza por ser un sistema bajo el cual, contrario al capitalismo que tiene fines de lucro (utilidades) a través de satisfacer necesidades y deseos de los clientes en un ambiente de competencia, busca beneficios (rentas en términos de teoría económica) a través de la influencia política.

De esta suerte, se obtienen permisos o licencias para la explotación de negocios, subsidios, regulaciones y leyes que benefician a los influyentes y que pueden perjudicar a los marginados, desinteresados, renuentes o incapaces de acceder al poder, o impotentes para oponerse a dichas leyes que muy a menudo se emiten sin el conocimiento de la gran mayoría del pueblo independientemente de su status social, económico, y hasta político.

El sabio Valle
En palabras de nuestro propio José Cecilio del Valle, “Bajo este sistema “el individuo debe ser víctima de las trabas, reglamentaciones, y monopolios aconsejados por la secta mercantil (de ahí su nombre mercantilismo) y erigidos en la ley por los gobiernos.  No es libre,” continúa Valle, “de exportar su dinero a donde vale más”, (como es nuestro caso actual a través del control de divisas obligando a sus dueños legítimos a venderlos al precio que fije el Banco Central de Honduras)

Dato histórico curioso, (y lamentable en la realidad actual) es que hace 160 años el General Francisco Morazán sancionó un Decreto en Costa Rica en el cual se manifestaba “que el aumento de precio en el de la moneda (refiriéndose al precio por onza de oro acuñado) es una operación que no corresponde a los Gobiernos, sino que debe ser el resultado del valor convencional que se les dé en el comercio para su circulación y cambio...”  por ser “sumamente perjudicial al comercio y riqueza del mismo Estado.” 

¿Estaban equivocados Morazán y Valle, o eran menos patriotas o sensibles que los gobernantes de hoy en día?

En consonancia con lo anterior, el mismo Valle se quejaba que la economía era “una ciencia donde un sofisma elevado a ley, y armado de la fuerza de ésta, puede arrasar los campos, cerrar los talleres, paralizar el comercio”. 

¡Qué sentencia! Cierta en aquella época y cierta hoy que la vemos y sufrimos a través de las leyes que emite constantemente el gobierno.  Leyes que impiden la producción y obstaculizan el comercio en respuesta a las peticiones y amenazas simultáneas de los grupos de interés, o sencillamente para pagar favores políticos, o bien aprovechar el poder y caudales del estado para beneficio de los funcionarios públicos y de sus secuaces, partidarios y del sector privado, con quienes se confabulan.

Eso es el mercantilismo, no el neo-liberalismo o capitalismo como veremos en la segunda parte de este ensayo.

Refiriéndose a la época mercantilista de Inglaterra en el siglo XVII, relata Hernando de Soto  en su libro ya citado que  “para proteger sus monopolios, así como para asegurar la estabilidad laboral (según el sofisma del día), los ingleses llegaron... a prohibir el uso de las primeras máquinas de coser, y ordenaron la destrucción de todas sus agujas.”

A pesar que desde antaño han existido reglamentaciones minuciosas en una sociedad, la particularidad del mercantilismo, explica de Soto, es que las reglamentaciones actuales son emitidas o promovidas “en consulta con los grupos económicos o mercaderes que gozan de privilegios especiales”, o puesto en nuestro contexto hondureño, ese proceso consiste en  “consensuar”, “conciliar”, “concertar” o “converger” sobre una ley o reglamentación promovida por intereses especiales.

Nuestra propia tradición mercantilista

Así las cosas, con esta mentalidad se va creando, como criticaba, reprochaba y condenaba Valle, una “masa de leyes de distintas especies, formadas por distintas manos,... hacinadas unas sobres otras sin formar un todo organizado;... que retardan la marcha del hombre dirigida siempre a la riqueza; ... que violentan el derecho que tiene (el individuo) de elegir ocupación libremente,... que dificultan la circulación de la propiedad poniendo trabas;... que no franquean igual protección a la de todos, sino parcial a la de algunas clases ... concediendo preferencias odiosas, fundándolas en privilegios... que por esta protección parcial en vez de dejar al comercio en libertad para celebrar sus pactos sin otra garantía que la buena fe del que los firma, lo comprometen a mendigar en todas sus negociaciones la autoridad de un escribano..., que para declarar sus derechos exigen tantos memoriales, tantos decretos, tantas notificaciones... destruyendo la misma propiedad que desean proteger...”

He hecho esta cita extensa, y aún así condensada, de Valle para que el lector pueda apreciar y compartir la frustración del Sabio en aquella época y suya propia en la actualidad! Lo que Valle expuso en 1820, hace solo 182 años, continúa siendo absolutamente una triste realidad hoy en día.

!Qué riqueza de observaciones y conocimientos desperdiciadas en detrimento del bienestar del pueblo hondureño!

Un ejemplo patente y triste de esta mentalidad, se refleja en la legislación que se promulga a favor de médicos, químico farmacéuticos, y abogados, entre otros, como también a favor o en contra de algunas actividades como la maquila, la cafetalera, y la bananera para mencionar algunas.

Estas leyes demuestran claramente que no existe “igualdad ante la ley” ya que no hay estatutos para carpinteros, plomeros, secretarias, y cientos de otras profesiones, oficios, y actividades económicas que también satisfacen necesidades y deseos, generan empleo, y son fuentes de ingresos (impuestos) para el Estado.

Estatuto medico honduras
Ni tampoco es que todos deben tener su estatuto o ley especial. Tal condición es obviamente ni posible, ni práctico, ni deseable, pues conduciría a lo que Valle sentenció... “paralizar el comercio”.  Y no es posible ni práctico, primero, porque no se sabe a ciencia cierta cuantas profesiones, oficios, y actividades económicas distintas existen para emitir una ley para cada quien; y en segundo lugar, porque aun sabiéndolo, el volumen de leyes que se requeriría emitir y mantener actualizadas sería tan enorme que ningún congreso legislativo es suficientemente sabio (superhombre en palabras de Bastiat) para desempeñar esa tarea oportunamente y con justicia. 

Por lo tanto, si no es posible conceder privilegios para todos, no deben concederse para nadie ¾ por eso existe el Código de Trabajo, y el Código de Comercio, y el Código Civil, entre otros, que son de aplicación general.

Los “privilegios” o beneficios adicionales deben ganarse, es decir, deben obtenerse por mérito y a través de contratos individuales o colectivos negociados en paz y libertad por las partes interesadas sin la intervención nociva del gobierno  de turno.  Como escribía Bastiat, “Tal como la fuerza de un individuo no puede legítimamente atentar contra la persona, la libertad, o la propiedad, por la misma razón la fuerza común no puede aplicarse legítimamente (a través de una ley) para destruir la persona, la libertad, o la libertad de individuos o de clases.”  (Nótese la no tan sutil distinción entre lo legal, lo legítimo, y lo justo.)

Juan Pablo II
En su ya célebre encíclica ”Centesimus Annus”, y refiriéndose al totalitarismo, que bien es aplicable al concepto de la “democracia dogmática (la mayoría mecánica es omnipotente y siempre tiene la razón),  el Papa Juan Pablo II sostiene que “la raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negociación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado.  No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social (el congreso legislativo, por ejemplo), poniéndose en contra de la minoría, marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla.”  Este juicio religioso del Papa es totalmente congruente con el juicio político, económico, y social que sostenemos los que abogamos por los derechos naturales del hombre ¾ vida, libertad, y propiedad.

Juan Bautista Alberdi, padre de la constitución argentina, y un gran campeón de la libertad, postuló que “la libertad individual es el límite sagrado en que termina la autoridad de la patria. Todos los crímenes públicos contra la libertad del hombre, nos enseñó Alberdi, “han podido ser cometidos, no sólo impune, sino legalmente, en nombre de la Patria omnipotente (bien común), invocada por su gobierno omnímodo (totalitarismo, democracia dogmática, mayorías mecánicas).”

Retrato de F hayec
Por su parte, Friedrich Hayek, abogado, sociólogo, filósofo, Premio Nobel de Economía 1974, en su famosa obra “Camino a la Servidumbre” arguyó que “otorgando al Estado poderes ilimitados, las disposiciones arbitrarias pueden convertirse en legales, y de esta suerte una democracia puede perfectamente erigir el más completo de los despotismos.”

El mercantilismo, enfermedad social, crónica, como me he referido a ella, en la funesta herencia de la Corona Española desde la conquista hace 500 años.  La Corona administró sus colonias en Latinoamérica a través de la Casa de Indias, la cual ejercía un poder monopólico, omnímodo en materia económica y comercial con facultades para emitir y aplicar leyes y regulaciones.  Era, pues, “juez, parte, y ejecutor/verdugo” escriben Paul Craig Roberts y Karen LaFollete Araujo en su libro The Capitalist Revolution in Latin America.

La investigación de estos autores revela que para facilitar la administración de las colonias y asegurarse los ingresos reales, La Casa de Indias subastaba los cargos de administración real (pública) como las alcaldías, las regidurías, el tesorero, y hasta los jueces!! Así las cosas, los cargos públicos se volvían “propiedad privada” y, consecuentemente, no eran cargos para servir a la comunidad sino una inversión para lucro personal, revendible y heredable, por cierto.

Hoy en día estos cargos no se subastan abiertamente, desde luego ¾ se asignan de acuerdo con la “contribución” a las campañas políticas o por “herencia” o antojo de los caudillos a sus parientes y amigos.

Esta cultura en la conducción de la administración real (pública), y la conducta y actitud propia de los funcionarios de aquellos tiempos, es la que vemos reflejada hoy en la administración pública y funcionarios actuales con pequeñas variaciones de forma pero con el mismo fondo.

Al final del día, el efecto es la pobreza de nuestros pueblos, y la causa ese oprobioso sistema político-económico en todas sus variantes ¾ el mercantilismo o neo-mercantilismo para usar un prefijo en boga.

De manera que la lucha no es realmente contra la pobreza ¾ el reto, la lucha es, o debe ser, contra ese sistema político-económico que nos empobrece, el mercantilismo. !La lucha es  por la democracia y la libertad económica!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor comente este entrada.