jueves, 7 de diciembre de 2017

¿Quienes son los responsables de los saqueos en San Pedro Sula después de las elecciones Honduras 2017?

Edwin Francisco Herrera Paz
Juan Orlando Hernandez

Yo, no soy activista de ningún partido. Me considero de ideología liberal, de centro, tal vez ligeramente inclinado a la derecha, pero básicamente soy como la gran mayoría de hondureños que queremos un país de paz, donde se pueda prosperar y caminar tranquilo por las calles. Y claro, en cada elección presidencial tengo la esperanza de que ahora sí llegará el que nos sacará de estas Honduras.

Como ciudadanos comprometidos con nuestra patria, un día caluroso del 2015 salimos a las calles un grupo de ciudadanos a protestar por la corrupción excesiva del gobierno de nuestro país. A partir de ese día las protestas fueron in crescendo hasta convertirse en las ya conocidas marchas de las antorchas, que orillaron al gobierno a poner las barbas en remojo.

La mayor parte de los manifestantes pertenecían al partido Libre, agrupación política de izquierda, herencia del brazo progresista del Partido Liberal. Por otro lado, yo, siendo de ideología liberal, poco a poco me separé de mis amigos de Libre, pero las marchas nos acercaron y aprendí a entenderlos. Aprendí que su lucha social es válida, y más en un país que cuenta con algunos de los banqueros más ricos de Centroamérica, pero también presenta la proporción de pobres más alta de América Latina. La desigualdad social y económica en Honduras es insultante, y caldo de cultivo para la ideología de izquierda. O en palabras del candidato liberal Luis Zelaya, para que exista Batman, también debe existir el guasón.

Además, en Honduras el fraude electoral es una norma. No entraré en detalles sobre los pormenores del fraude o “elecciones tipo Honduras,” ya que ese no es el propósito del post, pero basta decir que el último proceso electoral el pasado domingo 26 de noviembre rompió todos los récords posibles.

Los hondureños y la comunidad internacional por igual contemplamos pasmados lo que podría ser llamado la cúspide, el nivel más alto, de cinismo electoral. Se aprovecharon todas las ranuras del sistema para hacer trampa de todas las formas imaginables, pero el colmo fue la reversión de unos resultados, que ha juicio de muchos expertos, eran irreversibles. Era o ganar, o ganar, sin importar lo que se tuviera que hacer.

 ¿El dinero? No es problema. En Honduras, una ley de secretos oficiales hace que a la información sobre el destino de los fondos públicos le sea más fácil salir de un agujero negro, que a la luz pública. Por lo tanto, hay fondos abundantes a disposición pagados por los mismos contribuyentes, que pueden ser utilizados a discreción para torcer la más difícil de las elecciones. La ley de secretos blinda al gobierno evitándole pasar por los cuestionamientos de corrupción del pasado que, al fin y al cabo, comenzaron el movimiento popular de las antorchas.

El motivo de dicho fraude es evidente para todos los hondureños. De perder las elecciones el actual presidente, toda la cúpula de su partido, los altos mandos del gobierno actual, y algunos de sus socios banqueros de “renombre”, serían candidatos indiscutibles a muchos años de prisión, entre muchas otras cosas, por corrupción desmedida en diversos casos insignes y por el crimen de la ambientalista Berta Cáceres. Así que no tenían opción. Por ello, no es de extrañar que la semana pasada y después de presenciar el abominable fraude la población se volcara a las calles a pedir que se respetara su voz en las urnas.

En estas cortas líneas les voy a narrar lo que presencié en mi ciudad San Pedro Sula.

El domingo fueron las elecciones. Ese mismo día, la columna vertebral en la que se sustenta todo el estamento de corrupción pública en Honduras, el Ingeniero Arturo Gerardo Corrales Álvarez, se presentó en televisión nacional exponiendo los resultados a boca de urna, que daban como ganador al actual presidente. Siguiendo una clara estrategia, tuvo cuidado de decir que las elecciones en la actualidad eran diferentes, pues el ganador no lo decide el voto urbano sino el rural. Desde ese momento los que le hemos dado seguimiento al Gerente General de Ingeniería Gerencial supimos que no había marcha atrás. Corrales Álvarez nos mostraba los resultados de la elección. Toda acción fraudulenta posterior debía hacer cuadrar con esos números.

El lunes, por un garrafal error del titular del Tribunal Supremo Electoral (TSE) don David Matamoros Batson, no sé si por cansancio o por un momento de estupidez de esos que todos alguna vez hemos sido víctimas, accedió a proporcionar cifras preliminares que daban por ganador al candidato de la Alianza Salvador Nasralla. El mundo entero dio por ganador a Narrarla, pues con el 57% de urnas escrutadas y una diferencia de un 5%, la experiencia de elecciones pasadas en Honduras indica que ya es posible dar por ganador a un candidato con toda seguridad.

Ese lunes los virtuales ganadores organizaron una caravana de la victoria en mi ciudad San Pedro Sula. Como resido cerca de Circunvalación, el lugar donde se realizan las manifestaciones, tomé mi carro y junto con mi esposa dimos unas cuantas vueltas por donde se encontraba la multitud. Pude observar algunos de mis antiguos compañeros de marchas y plantones pertenecientes al partido Libre y otros de otras denominaciones de la oposición política, muy contentos, celebrando a lo lindo el fin del reinado de un dictador que parecía inamovible, invencible, que sangraría hasta la última gota a este país ya empobrecido y olvidado por Dios.

Para sorpresa del mundo y sus alrededores, después de haberse dado los resultados parciales ese mismo lunes, el servidor del TSE, el núcleo de un sistema de cómputo que le costó muchos millones de dólares al Estado de Honduras, se cayó. Y estuvo caído por 10 horas. Y de la misma forma que el partido de gobierno hizo con las finanzas públicas valiéndose de la ley de secretos, nadie sabe qué pasó con los votos durante ese tiempo.

Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que, al restituirse la función del servidor, como por arte de magia, la diferencia entre el candidato presidente y el de la oposición comenzó a acortarse. El fraude no pudo ser más obvio. Ese mismo procedimiento se repetiría dos veces más en los días subsiguientes, hasta que el candidato presidente ganara la contienda por un punto de diferencia. Poco, pero suficiente.

El miércoles, cuando la tendencia que daba como ganador a Salvador Nasralla se revertía “milagrosamente” a un ritmo lento pero constante, la oposición política con justificada indignación volvió a las calles. Tomé mi carro y los seguimos. Aunque la cólera de la multitud era patente, la manifestación con caravana de carros fue en general pacífica. Tal vez unas cuantas paredes manchadas, pero doy fe de que ninguna propiedad pública o privada fue destruida con violencia. Entre la gente vi a muchos de mis viejos amigos de Libre. Recogimos a unos amigos pertenecientes al PAC, partido perteneciente a Salvador Nasralla y descuartizado por oficialismo mediante triquiñuelas del TSE, y regresamos a la seguridad y confort de nuestro hogar.

El jueves, el acortamiento de la diferencia entre Juan Orlando Hernández y Salvador Nasralla continuaba, más o menos al mismo paso. Tradicionalmente, en Honduras ya hay un ganador de la contienda electoral en la madrugada del siguiente día de elecciones, pero en esta ocasión, por algún motivo (que ahora es evidente) las elecciones se prolongaron varios días. Lo que sí era seguro es que, al ritmo de disminución de la diferencia, un fenómeno estadísticamente inverosímil, pronto el candidato presidente superaría al de la oposición. Ese día por la noche, escuchamos gritos en Circunvalación. Pensamos que se trataba de una nueva manifestación de nuestros amigos de la Alianza de Oposición, y de nuevo, recorrimos en nuestro carro las dos cuadras que nos separan de Avenida Circunvalación.

Esta vez fue diferente. Un pequeño grupo de motos encabezaba, a la altura de la Fuente Luminosa, tocando sus bocinas. Una cuadra más atrás un pequeño grupo de carros esperaba parado. Me extrañó tal configuración. Dimos unas cuantas vueltas y minutos más tarde ya se unía una turba a pie. Caminaron Circunvalación de norte a sur, un trayecto nunca usado en las protestas, y a su paso rompían vidrios, destruían rótulos, arrojaban material incendiario para obstruir la circulación de vehículos, y era evidente que su consigna era ocasionar la mayor destrucción posible. Se trababa en su mayoría de muchachos, entre los cuales no encontré a uno tan solo de los activistas de la oposición.

Al avanzar la turba pensé lo peor. Una sucursal de Ficohsa, banco socio del actual gobierno, se encontraba cerca del inicio de la marcha destructora, además de una sucursal de Banrural. Este último banco medra y prospera de los restos de una de las víctimas mortales del presidente: Banco Continental. El descuartizamiento de Continental liderado por el presidente, acusándolo de lavado de activos, trajo recesión a nuestra ciudad, pero prosperidad a Banrural. Estando ambas sucursales en el paso de la turba temí que fueran destruidos por completo. ¡Pero oh sorpresa!!!!!  ninguno sufrió un mínimo rasguño. El resto de Circunvalación que va desde la Fuente Luminosa hasta el Monumento a la Madre parecía zona de guerra.

Por la mañana, San Pedro Sula se despertó con la noticia de saqueos. Lo que inició como un foco de destrucción pronto se dispersó por diversas zonas comerciales de la ciudad, como fuego en la hojarasca seca. Y es que los procesos destructivos son así, se autoalimentan. Basta un pequeño grupo de incitadores para que el descontrol y el caos se propague. Ese viernes fue nefasto.

Muchos negocios sufrieron pérdidas cuantiosas. A las hordas destructivas de saqueadores iniciales se sumaron muchos ciudadanos cuya única intención era hacerse su diciembre. Por lo menos dos negocios fueron reducidos a cenizas. En una exploración que realicé posteriormente en uno de ellos me di cuenta de que era muy probable que en el incendio se hubieran utilizado aceleradores. El calor retorció inclusive las grandes vigas de hierro del armazón.

Como dice el dicho, “unos a la bulla y otros a la cabuya”. Sin duda las pérdidas de las compañías aseguradoras son cuantiosas. Ahora bien, para planificar un incendio con fines fraudulentos es preciso tener un conocimiento previo de la situación, y aprovechar la ventaja que ofrece la información. Es muy notable el hecho de que la Policía Militar de Orden Público (PMOP) jamás intervino en los saqueos, pero sí en la represión de las manifestaciones pacíficas.

Ese día por la noche comenzó a desenvolverse el plan siniestro del oficialismo. El ejército de “activistas” (conocidos popularmente como call centers) del partido Nacional oficialista pagados con fondos del estado, comenzó un feroz ataque contra la oposición, acusando a sus miembros de saqueadores. Simultáneamente, se desató una cadena de rumores por WhatsApp en lo que podríamos llamar “terrorismo mediático,” donde se advertía a la ciudadanía que las maras atacarían los complejos residenciales privados. Fue tal el terror sembrado en la población que en el inconsciente colectivo comenzó a formase un deseo morboso por un Estado de Excepción.

Al parecer el plan rindió sus frutos. Horas más tarde el gobierno decretaba un toque de queda de 6 P.M. a 6 A.M. con pérdida de las garantías constitucionales. La primera víctima mortal del toque de queda fue una joven, que al ver que sus hermanos no llegaban, fue invadida por el pánico y salió buscarlos solo para encontrar la muerte en manos de la policía. Esa bala cubierta de sangre inocente derramada por la ambición desmedida de poder debería ser objeto de un monumento. Diría que la cúpula del gobernó llevará esa muerte sobre su conciencia, si no fuera porque en la escuela de medicina aprendí que el psicópata carece de los mecanismos psíquicos que conducen al arrepentimiento.

Las estrategias oficialistas no terminan aquí. Después de los saqueos, “Hoy Mismo”, el noticiero insignia del oficialismo, dedicó buena parte de su tiempo a entrevistar a empresarios y víctimas de los asaltos quienes exigían al TSE declarar un ganador a la brevedad, en aras de retornar la paz a la nación. Sobra decir que ese ganador sería el presidente.

Por otro lado, el presidente se ha dedicado a prometer financiamiento a las víctimas de los saqueos a través de la banca nacional, las microfinancieras y las cooperativas. El tono suave y conciliador de su discurso es impresionante y contrasta con aquel que utilizaba en los primeros días de 2015, cuando acusaba a los miembros de la oposición de narcotraficantes.

Hoy, el toque de queda fue suspendido en varios departamentos con el fin de movilizar un contingente de activistas del partido en el poder. El objetivo fue demostrar el enorme caudal electoral del oficialismo. ¿Cuánto nos costará a los contribuyentes una movilización de esa magnitud? ¿Un millón de dólares? ¿Quizá dos? No es nada.

Afortunadamente, no todo está perdido para la democracia hondureña. El descaro y magnitud del fraude fueron notados por los observadores de la OEA y la Unión Europea, quienes por primera vez en la historia y para mi sorpresa, decidieron ayudarnos de manera proactiva. Yo digo, que gane el que ganó. Esperemos los recuentos, pero por Dios, que se respete la voluntad del pueblo.

Las palabras con las que el Secretario General de la OEA Luis Almagro termina su reciente comunicado me conmovieron profundamente. Textualmente dice: “La OEA no dejará solos a los hondureños”. ¿Será que al fin nuestras plegarias están siendo escuchadas?

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